domingo, 25 de febrero de 2018

No se culpe a nadie


Hace ya muchos años, una pareja de científicos, Klüver y Bucy, pudieron identificar en un grupo de monos los síntomas producidos tras haberles sido extirpadas las amígdalas cerebrales.
Mostraban una conducta alimentaria indiscriminada, como si padeciesen una bulimia exagerada, con la particularidad de que eran capaces de comer cualquier cosa; todo se lo llevaban a la boca y era susceptible de ser ingerido.
Similar conducta mantenían en cuanto a su sexualidad. Su ya de por sí, al igual que la humana, abundante actividad se incrementó de manera desorbitada, tanto en la forma autoerótica (onanismo) como en actos homosexuales o heterosexuales, eligiendo también objetos inadecuados para ello -eran capaces de intentar copular con una silla- y la misma actitud se observaba tanto en machos como en hembras.
La tercera singularidad que observaron fue que habían perdido por completo el miedo. Tanto el innato, como el aprendido. Cogían con sus manos y se llevaban a la boca sonriendo serpientes ante las que, en circunstancias normales, habrían salido corriendo solo con verlas.
Los tres pilares básicos para poder preservar la especie se encuentran regulados por estas dos pequeñas almendras de materia gris situadas en las profundidades de nuestra masa encefálica y que todos los vertebrados poseemos.
Sin ellas, estas tres necesidades: alimentación, reproducción y seguridad, se reducirían a un caótico y grotesco desastre en virtud del cual, tanta lujuria y atracción erótica nos despertaría un hombre o mujer hermoso o hermosa, como una farola o un calamar; tanto degustaríamos una comida elaborada por el mejor chef como una zapatilla o un cenicero rebosante… Y todo ello mientras caminamos alegremente, comiendo una zapatilla y copulando con un botijo, al encuentro del autobús que nos va a atropellar.
Quizá se podría hacer una variante de peli o serie de zombis, en la que son seres desamigdalados los que causan el terror y contagian mediante mordisco, coito o sodomización a los no contaminados… Podría ser interesante, con escenas muy impactantes, también… Además, como la atrofia de las amigdalas cerebrales, produce afasia (no se reconoce a nadie) y dificultad para el habla, la diferencia con los zombis de toda la vida no sería tanta… Trabajaré en algún guion, a ver qué pasa…
Volviendo a la realidad, en el fondo, bien mirado, no tan distinta de este apocalipsis desamigdalado, podemos observar que los humanos hemos construido a partir de estos tres primitivos pilares de supervivencia, verdaderas fuentes de placer sobre las que tanto se ha escrito y filmado; desde el Kama-sutra, Tantra yoga, Mil y una noches, Marqués de Sade, a la guía Michelin con sus estrellas, los libros de recetas de cocina de diferentes tendencias, nacionalidades y gustos nutricionales, todo ello para convertir estas necesidades básicas en fuentes de placer.
Sobre el miedo… también lo disfrutamos, como espectadores viendo o leyendo ese thriller que nos pone los pelos de punta, o en carne propia tirándonos por una montaña rusa o de lo alto de un puente con una cuerda elástica atada al pie.
Podríamos decir que, para “consumo interno”, nuestra especie ha sabido gestionar bastante bien las tres funciones reguladas por nuestras amígdalas para conseguir disfrutar de ellas (sí, ya sé que hay un colectivo alarmante de individuos que por cuestiones concernientes a desordenes de otra parte del cerebro, la región límbica, donde se gestionan tanto las emociones como las experiencias místicas, ven esta utilización para el placer como algo inmoral y pecaminoso; y que hay otro colectivo creciente y preocupante que comete atrocidades con cuestiones sexuales; violadores y asesinos… pero estos son otros temas, vastos y amplios también, que la neurociencia está estudiando)
Sin embargo, para “consumo externo”, es decir, en términos de poder, seguimos utilizando estas tres joyas como armas de destrucción masiva, sin dudar en utilizar el hambre, la incultura en materia sexual y la falta absoluta de control de la natalidad y, por supuesto, el miedo -el real y el fundamentado en la ignorancia de sectas religiosas y hechiceros prehistóricos- para poder saquear y abusar (sí, sexualmente también) de todos aquellos cuya paupérrima miseria e ignorancia va a significar la acumulación absurda (absurda, indecente, obscena y criminal) de riqueza y bienes materiales por parte de quienes ejercen este poder y estas consentidas masacres con un par de… amígdalas.
A lo mejor, no se trata de que nuestra cultura -por cómo se comporta con la mayoría de habitantes de este planeta que vive sin ni siquiera agua corriente, padeciendo tremendas hambrunas, esclavizada y reproduciéndose como conejos (aunque la tasa de mortalidad infantil sea tan alta que no proliferen como tales, aunque más de lo debido, aun así, demográficamente)- sea una cultura desalmada; quizá sea una cultura desamigdalada. O quizá sean demasiado primitivas todavía estas dos pequeñas almendras de materia gris…
En ese caso, no se culpe a nadie, y mantengamos tranquilas nuestras conciencias mirando para otro lado...





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