Hace
ya muchos años, una pareja de científicos, Klüver y Bucy, pudieron identificar
en un grupo de monos los síntomas producidos tras haberles sido extirpadas las
amígdalas cerebrales.
Mostraban
una conducta alimentaria indiscriminada, como si padeciesen una bulimia
exagerada, con la particularidad de que eran capaces de comer cualquier cosa;
todo se lo llevaban a la boca y era susceptible de ser ingerido.
Similar
conducta mantenían en cuanto a su sexualidad. Su ya de por sí, al igual que la
humana, abundante actividad se incrementó de manera desorbitada, tanto en la
forma autoerótica (onanismo) como en actos homosexuales o heterosexuales,
eligiendo también objetos inadecuados para ello -eran capaces de intentar copular
con una silla- y la misma actitud se observaba tanto en machos como en hembras.
La
tercera singularidad que observaron fue que habían perdido por completo el
miedo. Tanto el innato, como el aprendido. Cogían con sus manos y se llevaban a
la boca sonriendo serpientes ante las que, en circunstancias normales, habrían
salido corriendo solo con verlas.
Los
tres pilares básicos para poder preservar la especie se encuentran regulados
por estas dos pequeñas almendras de materia gris situadas en las profundidades
de nuestra masa encefálica y que todos los vertebrados poseemos.
Sin
ellas, estas tres necesidades: alimentación, reproducción y seguridad, se
reducirían a un caótico y grotesco desastre en virtud del cual, tanta lujuria y
atracción erótica nos despertaría un hombre o mujer hermoso o hermosa, como una
farola o un calamar; tanto degustaríamos una comida elaborada por el mejor chef
como una zapatilla o un cenicero rebosante… Y todo ello mientras caminamos
alegremente, comiendo una zapatilla y copulando con un botijo, al encuentro del
autobús que nos va a atropellar.
Quizá
se podría hacer una variante de peli o serie de zombis, en la que son seres
desamigdalados los que causan el terror y contagian mediante mordisco, coito o
sodomización a los no contaminados… Podría ser interesante, con escenas muy impactantes,
también… Además, como la atrofia de las amigdalas cerebrales, produce afasia
(no se reconoce a nadie) y dificultad para el habla, la diferencia con los
zombis de toda la vida no sería tanta… Trabajaré en algún guion, a ver qué pasa…
Volviendo
a la realidad, en el fondo, bien mirado, no tan distinta de este apocalipsis
desamigdalado, podemos observar que los humanos hemos construido a partir de
estos tres primitivos pilares de supervivencia, verdaderas fuentes de placer
sobre las que tanto se ha escrito y filmado; desde el Kama-sutra, Tantra yoga, Mil
y una noches, Marqués de Sade, a la guía Michelin con sus estrellas, los libros
de recetas de cocina de diferentes tendencias, nacionalidades y gustos
nutricionales, todo ello para convertir estas necesidades básicas en fuentes de
placer.
Sobre
el miedo… también lo disfrutamos, como espectadores viendo o leyendo ese thriller
que nos pone los pelos de punta, o en carne propia tirándonos por una montaña
rusa o de lo alto de un puente con una cuerda elástica atada al pie.
Podríamos
decir que, para “consumo interno”, nuestra especie ha sabido gestionar bastante
bien las tres funciones reguladas por nuestras amígdalas para conseguir
disfrutar de ellas (sí, ya sé que hay un colectivo alarmante de individuos que
por cuestiones concernientes a desordenes de otra parte del cerebro, la región
límbica, donde se gestionan tanto las emociones como las experiencias místicas,
ven esta utilización para el placer como algo inmoral y pecaminoso; y que hay
otro colectivo creciente y preocupante que comete atrocidades con cuestiones
sexuales; violadores y asesinos… pero estos son otros temas, vastos y amplios
también, que la neurociencia está estudiando)
Sin
embargo, para “consumo externo”, es decir, en términos de poder, seguimos
utilizando estas tres joyas como armas de destrucción masiva, sin dudar en utilizar
el hambre, la incultura en materia sexual y la falta absoluta de control de la
natalidad y, por supuesto, el miedo -el real y el fundamentado en la ignorancia
de sectas religiosas y hechiceros prehistóricos- para poder saquear y abusar
(sí, sexualmente también) de todos aquellos cuya paupérrima miseria e
ignorancia va a significar la acumulación absurda (absurda, indecente, obscena
y criminal) de riqueza y bienes materiales por parte de quienes ejercen este
poder y estas consentidas masacres con un par de… amígdalas.
A
lo mejor, no se trata de que nuestra cultura -por cómo se comporta con la
mayoría de habitantes de este planeta que vive sin ni siquiera agua corriente, padeciendo
tremendas hambrunas, esclavizada y reproduciéndose como conejos (aunque la tasa
de mortalidad infantil sea tan alta que no proliferen como tales, aunque más de
lo debido, aun así, demográficamente)- sea una cultura desalmada; quizá sea una
cultura desamigdalada. O quizá sean demasiado primitivas todavía estas dos
pequeñas almendras de materia gris…
En ese caso, no se culpe a nadie, y mantengamos tranquilas nuestras conciencias mirando para otro lado...
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